Inhalando profundamente, Cynthia miró sus manos. Entre sus palmas, una luz naranja parpadeaba, su brillo inestable. Ella lanzó la gran bola de fuego hacia la llama, mientras los aldeanos que estaban lejos gritaban de miedo.
—¿Qué estás haciendo, bruja? —gritaban los aldeanos.
—¿Has perdido la razón?
—¿Estás intentando matarnos?
—¿Cómo puedes hacer esto?
Los gritos se detuvieron una vez que notaron que la gran bola de fuego que Cynthia había lanzado empezó a disminuir el fuego ya presente en los árboles, y lentamente, solo el fuego que la gran duquesa había creado permaneció, flotando en el aire sobre los árboles quemados, donde algunos troncos seguían lo suficientemente fuertes como para mantenerse de pie aunque se habían vuelto negros debido al fuego.
—Tú... —el anciano, que le había lanzado una piedra, murmuró, con los ojos abiertos de par en par—.