—Esa mujer... te gusta, ¿verdad?
—Aturdido por su extraña pregunta, Lucian hizo una pausa por un segundo, intentando recordar a qué mujer podría estar refiriéndose. Pero no se le venía ninguna a la mente. No había estado cerca de ninguna mujer desde que regresó a Selvarys.
—¿De quién hablas?
—...esa dama rubia —suspiró Cynthia, colocando su mano en su mejilla, como si se apartara el pelo de la cara, solo para limpiar el líquido pegajoso en su piel.
—¿Por qué... —Lucian hizo una pausa, inhalando profundamente.
—¿Era esa la razón por la que estaba llorando? Su corazón se detuvo por un momento antes de negar con la cabeza.
—Eso es imposible.
—Se dijo a sí mismo, formándose una débil y fría sonrisa en sus labios. La idea de que ella llorara porque temía que él pudiera marcharse... no era algo que odiara. De hecho, no le importaba verla herida. Pero nunca se atrevería a mostrarlo. No cuando podría complicar las cosas con los reyes de Selvarys y Eldoria.