—¿Cynthia... Has despertado tus poderes divinos, verdad? —preguntó el Duque Ramsel.
Al oír al Duque Ramsel hacer esa pregunta, la atención de Lucian se reenfocó en la conversación.
—¿Cómo sabes eso? —la voz de Cynthia vaciló, sus ojos se estrecharon.
—Todo el reino sabe que nuestra familia es la única que puede producir santos. Si no fuera por Alistair, todos estarían de rodillas frente a nuestro hogar como solían hacerlo... ¡Si tan solo tuviera esos poderes! ¿Sabes lo difícil que fue ser comparado con mis hermanas y ser menospreciado una y otra vez? —el Duque Ramsel soltó una risa seca que pronto resonó en la habitación sombríamente iluminada pero oscura.
—Por supuesto que no lo sabes. Ni necesitas saberlo. Una vez que mueras
—¿Una vez que yo muera? —repitió Cynthia.
—Ah. Esas cosas inútiles fallaron en matarte no importa cuántas veces las envié... ¡Ya sea cuando eras niña o adulta!