Habían pasado unos días desde que el grupo de soldados, junto con el Gran Duque y la Duquesa, habían estado acampando en la frontera, supervisando la tierra en un intento de rastrear demonios.
La luna brillaba intensamente, lanzando una luz tenue sobre el oscuro bosque, mientras un fuego ardía para mantener al joven de pie frente a él caliente contra el frío de la noche.
Envuelto en su abrigo, Lucian sacó su espada de la vaina. Osciló la hoja unas cuantas veces antes de devolverla a su lugar.
—¿Has estado practicando tan tarde en la noche, Su Alteza?
Al oír la voz suave y baja de Cynthia, Lucian se volvió para enfrentarla.
Envuelta en una espesa manta oscura, se acercó, su largo cabello azotado por la brisa fría.
Una risa seca escapó de sus labios mientras recuperaba el aliento del entrenamiento con la espada.