Sentado en su cama, Lucian levantó la mirada cuando escuchó abrirse la puerta.
—¿Me ha llamado, Su Alteza? —preguntó Suyou con vacilación, su voz era ronca. Era obvio que había estado llorando durante mucho tiempo.
—Escuché que estabas a su lado cuando ella… —Lucian se detuvo, incapaz de continuar su frase. Todo se sentía surrealista, como una pesadilla de la que no podía despertar.
—Eso es cierto...
—¿Dijo algo? Quizás… ¿un deseo? —La voz de Lucian era apenas un susurro, inesperadamente más baja que el tono usual al que Suyou estaba acostumbrado.
Al principio, Lucian no confiaba en este hombre. Siempre estaba al lado de su hermana como un perro bien entrenado, listo para morder a quien molestara a su ama. Sin embargo, cuando se enteró de su muerte, después de sentirse completamente perdido, solo un pensamiento cruzó su mente. Quizás fue un asesinato.
Cuando regresó a la mansión, escuchó que Suyou fue quien presenció sus últimos momentos. Un pensamiento cruzó su mente.