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Chapter 10 - Despedida al atardecer

Paso un año y exactamente aquel día en que había nacido Carlos Jr.Se estaba celebrando la fiesta de su primer añito . Aquello estaba en su apogeo. Los niños corrían por todas partes, sus risas llenando el aire junto con la música alegre y el olor a golosinas .Todo el patio estaba decorado con globos de colores y guirnaldas, y la mesa estaba repleta de dulces, pasteles y una gran torta con una vela solitaria en el centro. Intentaba disfrutar del momento, sonreír y ser esa madre feliz que se espera en una ocasión como esta, pero mi mente estaba en otro lugar, en otros tiempos.

Entonces, en medio de la celebración, uno de los niños,vecino cercano, se acercó a mí con una rosa y una carta. Mis manos temblaron ligeramente cuando la tomé, sabiendo instintivamente de quién provenía (principalmente por la rosa). Le agradecí al niño con una sonrisa y un beso en la frente, luego lo vi correr de nuevo a unirse a los demás.

Con el corazón latiéndome en el pecho, me escabullí discretamente hacia mi habitación. Cerré la puerta detrás de mí y me senté en la cama, con la rosa y la carta entre mis manos. Mi mente era un torbellino de emociones: anticipación, tristeza, una esperanza apenas contenida. Lentamente, abrí la carta y comencé a leer, mis ojos devorando cada palabra, cada frase que él había escrito con tanto cuidado meticulosamente.

"Isabel,

Hoy, en el día en que nuestro pequeño cumple un año, siento la necesidad inmensa y necesaria de escribirte sobre este pedazo de papel. Quiero que sepas que no hay un solo día en que no piense en ti, en nosotros, en lo que vivimos ,en los momentos que aprovechamos y en lo que nunca podrá ser. Aún recuerdo el día en que te vi por primera vez, como si fuera ayer. Fue como si el mundo se detuviera por un momento y todo lo que existiera fuera tu risa, tu voz, tu esencia más pura. Desde entonces, quedé atrapado en la red de tu mirada."

"La primera vez que hicimos el amor, fue como un sueño del que no quería despertar. Nos entregamos al deseo y la pasión, nos fundimos en un solo ser. No puedo olvidar cómo tus ojos me miraban en la penumbra, cómo tu piel se estremecía bajo mis caricias. No he conocido, ni conoceré, a ninguna mujer como tú. Me entregaste de manera extensa tu alma en la plena flor de mi juventud , y por eso, eternamente estaré agradecido."

"Mañana, antes de que el sol despunte en el horizonte, partiré con mi familia rumbo a otro país. Es un nuevo comienzo, una oportunidad para tratar de reconstruir lo que queda de mí. Pero quiero que sepas, Isabel, que te llevaré conmigo en cada paso que dé, en cada esquina que doble. Estarás en mi memoria, en mis recuerdos más queridos, como un eco constante de lo que una vez tuvimos."

"Quiero pedirte un favor. Cuida de nuestro hijo, de Carlos Jr., y quiero que sepas que siempre lo amare aunque sea en la distancia, el fruto vivo de nuestro amor clandestino. Felicítalo de mi parte como si fuera un buen amigo de la familia el que escribió está carta. Y a Alejandro, dile que también lo quiero mucho, que siempre tendrá un lugar especial en mi corazón. Por favor, no dejes que nadie les quite la luz que llevan dentro."

"Esta última rosa, la que acompaña esta carta, la cultivé para ti. Que sea un símbolo de nuestro silencio, de las palabras que nunca pudimos decir en voz alta, de las caricias que se quedaron en el aire. Plántala en el rosal de nuestro amor y deja que florezca en su propio tiempo."

"Te beso con el alma,

Carlos."

Terminé de leer, y una lágrima traicionera resbaló por mi mejilla. Llevé la rosa a mi nariz y aspiré su fragancia, permitiendo que los recuerdos de nuestras vivencias inundaran mi mente. Me vi a mí misma en esas noches de pasión, en esos encuentros furtivos en el cuarto oscuro, cuando el mundo entero se reducía a nosotros dos. Sentí su piel contra la mía, sus labios en mi cuello, y la angustia de saber que todo eso era solo un eco del pasado.

Guardé la carta en el cajón de mi mesita de noche, como un tesoro escondido que solo yo podría encontrar. Salí de la habitación con una mezcla de emociones que apenas podía contener. Afuera, la fiesta continuaba, pero yo estaba en otra realidad, una donde la tristeza y la alegría se entrelazaban en un nudo imposible de deshacer.

Más tarde, cuando el sol comenzaba a ponerse y la fiesta llegaba a su fin, Pablo entró en la casa con un aire de seriedad que hizo que mi corazón se encogiera. Me miró fijamente, como si estuviera tratando de encontrar las palabras adecuadas,me pidió que nos sentaramos juntos en la terraza y luego soltó la bomba.

-Isabel,nose como decirte... que.... ya no te amo. Y Quiero el divorcio.

Sus palabras cayeron como una losa sobre mí. No supe qué decir, qué pensar.Pense que estaba bromeando o incluso que estaba ebrio.Pero todo lo que sentía se hizo añicos en un segundo, y me quedé ahí, mirándolo con incredulidad mientras continuaba.

-Quiero serte sincero,eh estado con otra mujer -añadió, con la voz fría y distante-. Daniela,la recuerdas?. He seguido sido infiel todo este tiempo. Creo que merezco ser feliz, y tú también.

Las palabras me atravesaron como cuchillos. La furia se encendió en mi interior, y antes de darme cuenta, estábamos en medio de una pelea amarga, llena de reproches y gritos.Como pudo engañarme con la misma mujer que hace años lo hizo,como pude ser tan ingenua y soportadora. Le arrojé en la cara todo el dolor, toda la traición, todo el desprecio que había acumulado. Pero al final, nada cambió. Él se fue y se encerró en la casa yo lloraba en la mecedora de la terraza, con mis hijos mirándome con ojos asustados por al impresión.

Horas después, cuando estaba recogiendo mis pertenencias, un auto llegó para llevarme. Cargué a Carlos Jr. en mis brazos y tomé una maleta, seguida de cerca por Alejandro, que no entendía muy bien lo que estaba pasando. Pablo me observaba desde el umbral, y junto a él, como dos estatuas de hielo, estaban Josefina con los brazos cruzados y Daniela con una sonrisa de victoria en los labios.

Me acerqué al portón y le dije a Pablo, con la voz rota, que me iba a vivir con mis padres y que me llevaba a los niños conmigo. Él asintió, y por un breve segundo, vi tristeza en sus ojos, pero era demasiado tarde para eso,ya no había vuelta atrás.

Entré en el auto y me alejé de la casa, del pueblo, de todo lo que había conocido. A medida que nos alejábamos, miré por la ventana trasera y vi cómo las figuras de Pablo, Daniela y Josefina se hacían cada vez más pequeñas hasta desaparecer por completo. Era el final de una historia, la conclusión de un capítulo lleno de dolor, amor y secretos.

El sol se hundía en el horizonte mientras el auto avanzaba, y yo sabía que tenía que seguir adelante, por mí, por Alejandro, y por Carlos Jr. La rosa de la carta estaba a mi lado, y su fragancia se mezclaba con las lágrimas que aún resbalaban por mis mejillas. Esa rosa era todo lo que quedaba de nosotros, el símbolo del silencio que habíamos mantenido y de un amor que nunca podría ser.

Y así, con mis hijos a mi lado y el atardecer como telón de fondo, me dirigí hacia un futuro incierto, dejando atrás las historias y las heridas de aquel pueblo que había sido testigo de todo ya la vez de nada.