Download Chereads APP
Chereads App StoreGoogle Play
Chereads

Luna De Nadie

🇲🇽Catlopez7
7
chs / week
The average realized release rate over the past 30 days is 7 chs / week.
--
NOT RATINGS
23
Views
Synopsis
Vanir, una loba indomable y sin igual, se obsesiona con Volkovich, un humano que desafía su dominio. Por primera vez, su control se ve amenazado por un hombre que no se rinde a su voluntad. ¿Podrá el humano seguir resistiéndose a su dominio?
VIEW MORE

Chapter 1 - Orgasmo Visual

Vanir Zharkov

Mientras el amanecer invernal envolvía a la ciudad en un manto de niebla, y que apenas la luz matutina se filtraba débilmente a través de las ventanas empañadas del bar, me recosté en mi silla, mirando a mi amante con una sonrisa distraída. El bar estaba concurrido, pero sabía que yo era el centro de atención. Mi cabello rubio nieve caía en cascada sobre mis hombros, y mi vestido ajustado resaltaba cada curva de mi cuerpo.

Pero la molesta voz detrás de mi cabeza no dejaba de molestarme, mi loba. Sentía sus rugidos temblar en mi pecho, no podía controlarla. Nunca estaba de acuerdo con mis conquistas, era una constante contradicción con ella. Por esa ocasión, decidí ceder.

—Estoy cansada de ti —dije, mi voz dulce pero cortante. Mi amante me miró con el rostro desencajado, pero no me inmuté. Me levanté de la silla, ajustándome el vestido y de nuevo echando un vistazo a mi reflejo en el espejo del bar.

—Eres aburrido —dije, sin mirarlo—. Demasiado débil para mis hormonas. Mi amante se levantó, intentando agarrarme del brazo, pero me zafé con facilidad.

—No te preocupes, encontraré a alguien mejor —dije, sonriendo—. Alguien que pueda mantenerme entretenida.

Con un movimiento fluido, me dirigí hacia la salida, dejando atrás al examante furioso. No cualquiera se atrevía a ridiculizar a un Alfa, excepto yo.

El resto del día me esperaba lleno de posibilidades, tal vez podía encontrar a otro alfa en la siguiente vereda. Pero antes de que cruzara el área del bar, mi examante me detuvo con brusquedad, sujetándome del antebrazo. Un fervor caliente invadió a mi rostro; nadie me tomaba así.

Sin embargo, antes de que pudiera reaccionar, un caballero imponente intervino neutralizando al hombre con un gesto firme y autoritario. Su estatura sobresaliente y presencia dominante me impresionaron, «Un humano neutralizando a un lobo, qué divertido». La belleza varonil de ese extraño caballero, de cabello oscuro y de ojos dorados con una mirada enigmática, y su rostro, esculpido con líneas definidas que parecía haber sido tallado por la propia noche, cautivó mi atención.

Al segundo pude escuchar cómo el caballero de voz gruesa y poderosa que erizaba el pelaje de mi loba maldecía a mi examante al sacarlo como basura del bar. Me sentí atraída por la seguridad y el poder que emanaba de él, y por un momento, olvidé la ira y la humillación. Al verlo regresar, el caballero sostuvo mi mirada, y me sentí envuelta en un abismo de misterio y seducción. Me pregunté si también a mí, a una loba superlativa podría someter, pero en la cama.

Me reí en mi interior, por supuesto que no. Aun así no sería malo jugar un poco con una nueva presa, pensé.

Enmarqué una sonrisa afilada. No obstante, el caballero pasó de largo. Seguí sonriendo; mi celular timbró.

—Acabo de tener un orgasmo visual —fue lo primero que me salió al abrir la boca.

—¡Otra vez con ese imbécil! —exclamó al otro lado de la llamada una voz masculina.

—Después te llamo...

—¡Vanir! —esa voz llena de ira se quedó ahogada al otro lado.

Colgué sin consideración.

«Creo que por primera vez mi loba está de acuerdo con mis deseos, y quiere ir detrás de ese hombre».

Con una sonrisa flamante y en pasos seductores, me acerqué a la barra y me dirigí al hombre uniformado que estaba detrás entretenido secando vasos; el caballero era el bartender. Interesante.

—Qué tal, soy Vanir Zharkov —mostré mi característica sonrisa seductora, solo bastaba sonreírle a los hombres para que cayeran en mis garras.

—¿Qué le sirvo? —me habló tan típico como lo era de esperarse de un bartender atendiendo a cualquier cliente, y ese era el problema. Yo no era un cliente, sino una cazadora.

—Seré más directa. Quiero que me sirvas, pero en la cama. ¿Qué te parece, hermoso? —me encogí de hombros, insinuándome. Sin duda, caería con el movimiento de mis pechos.

—¿Disculpe? —su voz sonó sorprendida. Mientras pasaba un mechón de cabello detrás de mi oreja, levanté la vista y vi su cara de escepticismo.

—¿Qué? ¿Por qué esa cara? Solo será un encuentro casual. O te asusta —le guiñé un ojo.

Sus líneas faciales comenzaron a profundizarse, especialmente las de su entrecejo, y su quijada a sobresalir. Parecía ofendido.

—Le voy a tener que pedir que se retire, señorita —dijo con firmeza.

—¿Qué? —me burlé con una sonrisa incrédula.

—Este no es un prostíbulo, señorita. Vaya y busque «atención» en otra parte —su tono era cortante.

Efectivamente, estaba molesto. Pero yo más, ¿cómo se atrevía a rechazarme? Maldito, mil veces maldito.

—¡Ja! Pues no me voy. Y no creo que te atrevas a sacarme. Serías peor que mi examante —lo desafíe.

—Tiene razón. Madison —de inmediato apareció una linda joven pelirroja, muy alta. La joven ya estaba dispuesta a intervenir, pero antes de que diera un solo paso, la miré con advertencia.

—Por ahora me iré por mi cuenta —le dediqué una última mirada al caballero antes de partir y le envié un beso al aire, lo que le molestó—. Nos vemos, hermoso.

Sin tanto escándalo salí del bar y busque mi auto deportivo blanco para dirigirme a mi mansión, y apenas llegué me recibió Érick, mi beta, con una mirada intensa. Era el principal encargado de protegerme y, sobre todo, de vigilar que no estuviera "rondando entre alfas", una tarea que se había convertido en una misión imposible. Desde que nací, no había lobo que lograra dominarme; al contrario, siempre era yo la que los dominaba, y terminaban haciendo cualquier cosa que les ordenara. Mi historial de seis matrimonios fallidos era prueba de ello.

Mi padre, el patriarca y alfa superlativo de la manada, estaba harto de escuchar que su tan apreciada hija de 33 años siguiera en el camino de la promiscuidad. Por eso, le había encomendado a Érick la tarea de cuidar mis pasos. Mi beta me miraba con una mezcla de preocupación y desaprobación, como un perro rabioso listo para atacar.

Sin embargo, antes de que pudiera reprenderme por mi última escapada con el alfa que tanto desprecio y repulsión le causaba, lo interrumpí:

—No te preocupes, Érick. No voy a buscarlo más. Ni a ningún otro alfa —dije con una sonrisa enigmática.

Mi beta se relajó visiblemente, creyendo que finalmente había aprendido la lección. Pero lo que no sabía era que mi atención ya estaba fijada en otro: ese atractivo humano de ojos dorados.

—Confía en mí, Érick. Esta vez es diferente —y de verdad era diferente, no era lo usual buscar a un frágil y débil humano que más fácilmente podía manipular que a mis ex lobos alfas.

Con un gesto de satisfacción, Érick asintió y se hizo a un lado. Me dirigí hacia la casa, sintiendo una excitación contenida, saciaría al fin mi deseo de probar a un humano por primera vez. La caza había comenzado.