El silbido agudo del Expreso de Hogwarts resonó en el aire cuando Lesath subió al tren, sus ojos recorriendo el caos organizado de estudiantes que buscaban un asiento o despedían a sus familias. Él, como siempre, estaba solo. No tenía a nadie a quien saludar ni despedir, y eso no le molestaba. Estaba acostumbrado a la soledad, a la independencia que venía con ella, y la valoraba. Sin embargo, hoy no era un día como los demás; estaba a punto de adentrarse en un nuevo capítulo de su vida, uno que cambiaría todo lo que conocía.
Al pasar por los compartimentos, notó las miradas de algunos estudiantes, pero no les prestó atención. Sabía que en algún lugar del mundo mágico circulaban rumores sobre él, el último heredero de los Black. Y aunque no sabían quién era exactamente, el hecho de que un Black fuera a regresar a Hogwarts era suficiente para generar curiosidad. Sin embargo, Lesath no pensaba en eso; estaba concentrado en encontrar un compartimento tranquilo.
Al abrir la puerta de un compartimento vacío, se encontró con la mirada de tres chicas que lo observaron de inmediato. Sus rostros irradiaban belleza, pero no era solo su apariencia lo que llamaba la atención. Había una elegancia natural en sus posturas, una confianza que solo quienes pertenecían a familias nobles podían proyectar. Sus túnicas impecables y los broches discretos en sus cuellos confirmaban su estatus.
—¿Te gustaría sentarte? —preguntó una de ellas, rompiendo el silencio con una sonrisa ligera. Su tono era educado, pero había algo de curiosidad en su voz.
Lesath asintió levemente y entró, tomando asiento frente a ellas sin decir una palabra. Podía sentir las miradas sobre él, evaluándolo, pero no se inmutó. Las tres chicas intercambiaron miradas entre ellas, notando la frialdad y el aura que lo rodeaba, pero no hicieron ningún comentario directo.
—Soy Drusilla Rosier —dijo la primera chica, la que lo había invitado a sentarse. Su cabello oscuro caía en ondas suaves, y sus ojos verdes lo miraban con un interés velado—. Estas son Alecto Nott y Morgana Selwyn.
Lesath las observó mientras Drusilla las presentaba. Alecto era rubia, con un aire de despreocupación, pero sus ojos claros mostraban una mente afilada detrás de su sonrisa sutil. Morgana, con su cabello negro liso y ojos oscuros, parecía la más seria del grupo, con una presencia que irradiaba una especie de misterio.
—¿Y tú cómo te llamas? —preguntó Alecto con una sonrisa curiosa.
Lesath los miró por un segundo, evaluando si debía responder. Finalmente, con su tono neutral, contestó:
—Lesath.
Drusilla entrecerró los ojos ligeramente, como si intentara conectar el nombre con algo que había oído, pero no dijo nada. Las chicas no parecían saber exactamente quién era, lo cual le convenía por ahora.
—Es curioso —comentó Morgana, rompiendo el silencio—. Sabíamos que este año llegaría alguien importante a Hogwarts, un heredero de una de las familias antiguas... pero parece que hasta ahora, no lo hemos conocido.
Lesath no reaccionó al comentario. Sabía perfectamente que hablaban de él, pero no sentía la necesidad de corregirlas o aclarar su identidad. Estaba más interesado en observarlas, en estudiar cómo se desenvolvían. A pesar de su juventud, las tres chicas mostraban una notable autoconfianza, y él podía notar que no eran como los estudiantes comunes.
La conversación se volvió más ligera mientras el tren avanzaba, hablando sobre Hogwarts, las clases y las casas. Drusilla, Alecto y Morgana le contaron cómo era la vida en el castillo, especialmente en Slytherin, la casa que evidentemente representaban con orgullo.
—Slytherin es mucho más que lo que la gente dice —dijo Drusilla, con un brillo en sus ojos—. No se trata solo de la ambición. Es sobre la grandeza. Solo aquellos que tienen lo necesario para sobresalir verdaderamente pertenecen allí.
—Sí, en Slytherin valoramos la astucia, la lealtad a los nuestros, y la fuerza —añadió Alecto, cruzando las piernas mientras hablaba con confianza—. Es la casa de los magos que realmente entienden lo que es el poder.
Lesath escuchaba atentamente. Estaba claro que Slytherin sería su casa. Aunque su padre, Regulus Black, había sido miembro de la misma casa, no era solo la tradición lo que lo atraía. Era la promesa de poder y alianzas estratégicas, algo que le resultaba más importante que cualquier código moral.
—¿Y tú? —preguntó finalmente Morgana—. ¿Cómo fue tu vida antes de Hogwarts?
La pregunta quedó en el aire, y por un instante, las chicas lo miraron con curiosidad genuina. Sin embargo, Lesath no respondió de inmediato. A pesar de la camaradería que comenzaba a surgir entre ellos, su vida antes de Hogwarts era un tema que prefería mantener en silencio. No había necesidad de revelar más de lo necesario, al menos por ahora.
—Fue... tranquila —dijo con un tono neutral, lo suficientemente vago como para no levantar más preguntas, pero no lo suficiente para satisfacer la curiosidad de las chicas.
Drusilla lo miró por un momento más, como si intentara leer entre líneas, pero finalmente cambió de tema.
—Bueno, supongo que descubrirás más de nosotros en el castillo —dijo con una sonrisa leve—. Hogwarts puede ser abrumador al principio, pero estamos aquí para asegurarnos de que no lo sea para ti.
Lesath asintió con un gesto agradecido. Aunque las palabras de Drusilla eran amables, él entendía el subtexto: en el mundo de los magos, los verdaderos aliados se revelaban solo después de haber sido probados.
Entonces, en un giro inesperado, Alecto sacó su varita y juguetonamente hizo que una pequeña chispa saliera de su punta.
—¿Qué sabes hacer con la varita, Lesath? —preguntó con una sonrisa traviesa—. Veamos qué tan bien te has preparado para Hogwarts.
Lesath levantó una ceja, viendo el desafío en sus ojos. No tenía intención de alardear, pero tampoco tenía motivo para ocultar lo que sabía. Lentamente, sacó su propia varita, y con un movimiento preciso y sin pronunciar una palabra, conjuró un *Lumos Maxima* que llenó todo el compartimento con una brillante luz blanca.
Las chicas lo miraron, impresionadas. No solo por la intensidad del hechizo, sino por la facilidad con la que lo había ejecutado.
—Eso es impresionante —dijo Morgana, con una mirada de aprobación—. No muchos pueden hacer eso sin decir el encantamiento.
—¿Algo más? —preguntó Drusilla, claramente intrigada.
Lesath, manteniendo su expresión neutral, movió de nuevo la varita, esta vez conjurando un escudo protector con el hechizo *Protego*, que se extendió alrededor del compartimento por un breve momento antes de desvanecerse.
El silencio cayó sobre el grupo mientras las chicas lo observaban con asombro. No habían esperado que alguien que acababa de llegar a Hogwarts tuviera tal dominio sobre la magia.
—Parece que tenemos un talento entre nosotros —dijo Alecto, riendo suavemente—. Será interesante ver lo que haces en las clases.
Lesath guardó su varita con calma, sin hacer comentarios. Sabía que había impresionado a las chicas, pero no lo había hecho por vanidad. Quería asegurarse de que entendieran que no era alguien común, ni un estudiante ordinario.
La conversación continuó, ahora con una mezcla de respeto y curiosidad por parte de las chicas. Mientras el tren avanzaba hacia su destino, Lesath sentía que, aunque aún quedaba mucho por descubrir, su posición dentro de Hogwarts ya estaba asegurada.