Zuri entraba y salía de su conciencia, cada vez que despertaba, el dolor era lo primero que la saludaba. Dolor, mucho dolor. Las agujas de su padre parecían una palmada en la cabeza en comparación.
La noche y el día ya no eran importantes para ella cuando todo lo que conocía era la agonía que recorría su ser. ¿Cuánto tiempo había estado en este infierno? ¿Por qué aún no había muerto?
Este lugar era similar a una cueva, no había luz solar ni lunar que pudiera atravesarla y el frío del aire no aliviaba su dolorosa herida abierta.
En este punto, Zuri daba la bienvenida a todo, incluso a la muerte. Las voces en su cabeza no la molestaban, porque estaba demasiado ocupada con su dolor. Incluso su alucinación no se adelantó para acompañarla durante este momento infernal.
—Muy amables de su parte, ¿verdad?
No había nada importante en este momento, realmente, no había nada más importante. Zuri solo quería que este dolor terminara. Ya no quería vivir.