Gayle no podía creer lo que veían sus propios ojos. Se quedó sin palabras. Delante de él yacían los cuerpos muertos de los intrusos, al menos, había nueve de ellos y Zuri había matado a siete, mientras que él solo logró matar a dos.
Él era el guerrero, había recibido un entrenamiento severo y aún así, no había manera de que pudiera matarlos a todos cuando estaba en gran desventaja numérica, sin embargo, Zuri logró hacerlo. Era muy rápida y mortal, cada uno de sus ataques era letal.
Gayle no sabía qué decir. Miró fijamente a Zuri, cuyo cuerpo estaba bañado en sangre. Se veía aterradora, especialmente con esa sonrisa en sus labios, como si disfrutara matar.
Sí, disfrutaba matar. Aliviaba algo de tensión y callaba las voces en su cabeza que no dejaban de decirle que hiciera algo aún más horrendo que esto.
—Creo... que necesitamos regresar a la casa de la manada —dijo Gayle cuidadosamente, no quería ser la próxima víctima, cuya sangre se derramara en el frío suelo esta noche.