Tardó una hora antes de que Zuri finalmente se moviera y abriera los ojos somnolienta. Y lo primero que vio fue a Khaos, que la miraba con una sonrisa burlona.
—¿Dormiste bien? —Él levantó las cejas.
Zuri estiró su cuerpo y sintió el dolor. —Mi cuerpo está adolorido —murmuró.
—Es de esperar —Khaos asintió comprensivo—. Necesitamos reunirnos con tu informante hoy, ¿verdad? Iré contigo.
—A él no le gusta que venga un extraño a su lugar.
Khaos se levantó y la besó en la frente, lo que sorprendió a Zuri con su gesto. Podía ser muy dulce cuando quería. —Vamos a ver. No hay muchas personas que puedan resistirse a mi encanto.
—Estás lleno de ti mismo —dijo Zuri con una risita. Le gustaba cuando Khaos se comportaba de manera juguetona así.
Llevantándose, Zuri ignoró el dolor, su cuerpo gritaba y la regañaba por no volver a dormir en esa posición, y se hizo la nota mental de no hacerlo de nuevo.
—Vamos.