—¿Vas a quedarte mirándome hasta el amanecer? —Khaos se relajó, mientras la molestaba como de costumbre y se sentó en el borde de la cama—. ¿Estás tan obsesionada conmigo?
—Zuri se dio la vuelta y luego apoyó su cabeza en su regazo. Tomó su mano y la presionó contra su propia cabeza, pidiéndole silenciosamente que la acariciara—. Creo que sí —cerró los ojos y saboreó su toque—. Le gustaba cuando él acariciaba su cabeza.
—Y Khaos podía verlo —tu necesidad de ser amada anula tu sentido común, Zuri.
—Lo has dicho perfectamente —dijo ella honestamente—. Solo quiero estar contigo. Quiero esta unión. No sé qué secretos tienes, pero los llevaré contigo.
—Khaos rió y en lugar de acariciarle la cabeza, empezó a trenzarle el cabello, lo que sorprendió a Zuri —abrió los ojos y lo miró hacer su largo cabello—. ¿Sabes cómo trenzar?
—Hm —Khaos sonrió, disfrutando de la fascinación en sus ojos.
—¿A cuántas mujeres les has trenzado el cabello?