—Zuri se despertó para la oración de medianoche y encontró unas manchas de sangre en la cama, pero no era su sangre. A diferencia de lo habitual, también sentía menos dolor.
Su dedo seguía las manchas de sangre cuando Xaden caminó hacia ella y besó su cuello —Esa es mi sangre, me arañaste la espalda cuando te di placer —Sonreía contra su piel, aparentemente orgulloso de poder volverla loca—. ¿Ves? Te dije que solo necesitas practicar.
—Zuri giró la cabeza para mirarlo y encontró sus ojos. No era él en quien ella imaginaba penetrándola hace unas horas, pero no le diría eso.
—Tenemos que irnos ahora —dijo Xaden, le besó el labio y acarició su pecho ligeramente, provocándola.
—Tenemos que irnos —dijo Zuri, mientras rompía el beso y lo empujaba lejos de ella. Xaden soltó una risa al ver su reacción. No se ofendía, porque pensaba que su compañera solo era tímida.
—Debería marcarte de nuevo.
Al escuchar eso, Zuri le lanzó una mirada —No. No quiero pasar por ese dolor nunca más.