—¡Puf! Es como si el olor se hubiera quedado pegado dentro de mi nariz —se quejó irritada mientras rodaba los ojos hacia el techo.
—Lo siento, no pudimos hacer nada respecto a eso, Lexi. Es extraño que tú pudieras olerlo y nosotros no —respondió Ann pensativa.
—Ya me contarás. La necromancia apesta, literal y figuradamente. Simplemente no entiendo por qué tú tampoco pudiste olerlo —replicó Lexi con disgusto mientras caminaban una al lado de la otra—. Al menos así habrías podido compartir mi miseria.
Ann rió suavemente y le dio una palmada en la espalda.
—Sin embargo, agradezco que vinieras aquí hoy, Lexi. Realmente no es algo en lo que pudiera aportar una visión significativa —Lexi resopló.