—¿Te gustaría eso, princesa? —murmuró en su oído mientras sujetaba su barbilla con sus dedos firmemente—. ¿Quieres que te llene con mi semen?
La mente de Ann estaba embotada, apenas podía pensar con claridad, pero sin pensarlo asintió con la cabeza y murmuró su respuesta.
—Oh, sí, jodidamente sí... —Adam soltó una carcajada y la giró hábilmente para que le diera la espalda, presionando su entrepierna contra sus nalgas y dejando que su polla se deslizara suavemente arriba y abajo por su raja mientras empujaba suavemente contra ella.
Sentir su polla tan cerca de su entrada era una tortura, y podía sentir la desesperación lujuriosa de tenerlo enterrado dentro de ella empezar a apoderarse mientras movía sus caderas al ritmo de sus embestidas, gimiendo ante la sensación de él deslizándose sobre sus puntos sensibles y deteniéndose justo antes de entrar en ella.