—No respondas, princesa. Según tengo entendido estabas toda atada y ni siquiera pude aprovechar eso —murmuró roncamente en su oído—. ¿Sabes lo confuso que es querer asegurarme de que nadie te retenga contra tu voluntad, pero también estar atormentado con el deseo de tenerte encadenada en una habitación completamente desnuda y disponible solo para que juegue contigo?
Ann se estremeció al escuchar su ronca voz susurrar en su oído.
Probablemente no debería haberse sentido excitada, pero la idea de estar completamente indefensa y vulnerable en manos de este hombre la excitaba mucho más de lo que jamás pensó que lo haría.
—Algo me dice que disfrutarías mucho de eso... ¿no es así, princesa? —Adam susurró mientras rodeaba su pezón una vez más antes de pellizcarlo fuertemente.
—¡Oh, joder sí! —Ann gritó sin pensar, ganándose una risa gutural de Adam en respuesta.