Mientras Adam le daba a Ann un breve recorrido por el edificio de oficinas de varios pisos, ella no podía evitar sonreír ante la excitación casi infantil en su rostro, y la forma en que su pecho parecía inflarse orgullosamente delante de él mientras avanzaba por cada sala.
Él hablaba emocionado sobre ideas para la distribución y cuando Ann protestó por el tamaño de la oficina, una sonrisa traviesa apareció en sus labios mientras ella se sonrojaba furiosamente.
—No sueles quejarte de que las cosas sean demasiado grandes, mi Luna —susurró apasionadamente mientras avanzaba lentamente hacia ella.
Ann rió sin poder evitarlo y sintió cómo sus mejillas se calentaban mientras él la presionaba contra una división de cristal y deslizaba sus manos por las líneas de su cuerpo superior, exhalando lentamente.
—Adam... compórtate —murmuró ella con una sonrisa tímida en su rostro.