—Casi al instante, el rostro de Ada pareció oscurecerse al escuchar los pasos de su madre clic-clac alejándose de la oficina y desapareciendo por el corredor. Sus labios pucheros se curvaron en una mueca de disgusto mientras entrecerraba los ojos hacia Ann.
—¿Piensas que eres tan jodidamente perfecta, verdad? —escupió furiosa Ada, la plena fuerza de su odio ardía claramente en sus ojos mientras miraba fijamente a Ann.
—Ann rió de repente, un sonido irónico que parecía áspero en la tranquilidad de su oficina, y completamente fuera de lugar dada la declaración que Ada acababa de hacer.
—Y ahí está ella —sonrió Ann de forma burlona, casi triunfante—. Sabía que la verdadera tú estaba escondida ahí debajo. ¿Qué es, mantener la pretensión de una mujer arrepentida y vulnerable para que mi personal te tenga lástima?
—¡Cállate! No sé cómo conseguiste que Adam caiga a tus pies, pero él se suponía que era mío —siseó furiosamente Ada.