Ann rodó los ojos mientras hacía un gesto hacia los lobos.
—Aunque me resulta degradante hacerlo, les invito a todos a comprobar la afirmación que vuestro Alfa ha hecho sobre mi cuerpo. Si eso es lo que debo hacer para demostrar que esta mujer no hace más que mentir, entonces que así sea.
Un murmullo bajo surgió de los lobos mientras daban un paso hacia atrás, claramente reticentes a ofender a su Alfa o a su Luna.
—Por favor, no teman hacerlo. Quiero poner fin a esta locura. Esta Manada me recibió tan bien cuando llegué, pero sentí hace apenas un momento... el cambio en su actitud hacia mí. Si esto les brinda la tranquilidad que necesitan, entonces, como su Luna, estoy dispuesta a dar ese paso —dijo Ann en voz baja.
Ni un solo lobo se movió hacia ella, todos desviando la mirada como uno solo antes de que una voz se elevara sobre ellos, fuerte y clara.