—Nadie te obligará a cambiar quién eres, Lexi. Jamás lo permitiría —dijo Ann mientras ella y Lexi se tomaban de las manos.
—Yo también lo prohíbo. La vida sería insoportable sin ella apoyándome cuando necesitas que te metan un poco de sentido... —Maeve asintió sabiamente.
—¡Eh! Eso fue una vez —protestó Ann.
—Sí... y las demás veces... —Maeve rió entre dientes mientras Ann fumaba silenciosamente y la bloqueaba, un puchero amargado se formó en sus labios mientras se volvía de nuevo hacia Lexi.
—Una sonrisa a medias finalmente adornó los labios de Lexi cuando vio la expresión de Ann.
—Supongo que tengo que quedarme y al menos intentarlo por el bien de Maeve. Se volvería loca si la dejara sola para lidiar contigo —Ann frunció el ceño y le empujó el hombro con leve irritación.
—Ustedes dos me van a volver loca, ¿saben? —dijo finalmente mientras rodeaba a Lexi con sus brazos y la abrazaba con fuerza—. No estarás sola en nada de esto, Lexi, te lo prometo.