Adam despertó para encontrar la cama a su lado vacía y después de un breve momento de pánico ciego de su lobo, logró calmarse lo suficiente para darse cuenta de que el sonido del agua drenando ruidosamente por el desagüe indicaba que Ann no lo había dejado ni había sido llevada por otro, sino que probablemente estaba atendiendo sus músculos adoloridos.
—Debiste haber atendido eso por ella ya —gruñó Baldur—. Tu carne humana es débil comparada con la nuestra. Si fueras atento, entonces sabrías que ella estará dolorida y adolorida, y…
—Bueno, si no fueras tan bestial en tu trato con ella en medio de la pasión, ¡entonces ella no estaría tan dolorida en primer lugar! —reprendió Adam mientras retiraba la colcha y comenzaba a vestirse.
Baldur resopló.
—Se siente bien, aunque... me dejo llevar… no es como si me dejaras salir a pasar tiempo con Maeve de todas formas… —respondió de mala gana.