El estómago de Lexi se hundió al escuchar sus palabras y podía sentir prácticamente el dolor que emanaba de él al hablar.
—No sabía ni siquiera que tenías una hermana... —murmuró ella en voz baja mientras la cabeza de Félix se levantaba de golpe y la miró con una ira que, francamente, la dejó helada hasta los huesos.
—No tengo, Lexi, no ya más. —gruñó furioso antes de acabar lo que quedaba de su whisky y golpear el vaso sobre la mesa con rabia.
El corazón de Lexi se hundió mientras el suyo se rompía por él. Siempre había considerado a Ann como una hermana y un nudo comenzó a formarse en su garganta al imaginar la posibilidad de perderla.
—Allen... lo siento... no sabía... —tartamudeó Lexi en voz baja, de repente sin saber qué decir.
—Sí... bueno... no hay nada de qué disculparse. No cambiará nada. Es lo que es. —espetó él bruscamente al levantar un brazo para señalar al omega para que le sirviera más.