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—Buenos días, Su Alteza —dijo suavemente con una pequeña reverencia—. El Consorte de la Reina dijo que le dijera que ha ido a llamar a Allen y que no olvide que Eva estará aquí en breve. Pensó que sería prudente tener el desayuno en su cámara para ahorrar un poco de tiempo.
Ann abrió la boca para objetar y luego la cerró de nuevo, mientras una sonrisa jugaba en las comisuras de su boca.
—Tiene sentido. Gracias, Coral. Dame unos minutos para ducharme y vestirme y luego vendré a comer contigo.
Los ojos de Coral se abrieron ampliamente horrorizados y Ann rió.
—Coral, ya no eres una Omega, muy pronto serás mi asistente personal. Además, incluso si fueras una Omega, no hay nada de malo en que coma contigo en la misma mesa. Tú y yo no somos diferentes, salvo por el estado de nuestro nacimiento y de nuestros lobos.
Los ojos de Coral titilaron con duda mientras observaba a Ann recoger su ropa y desaparecer en el baño.