Ann sonrió tensamente mientras Alfa Félix examinaba con interés la escena caótica que había detrás de ella.
Era un hombre atractivo, con rasgos severos pero apuestos y una constitución fuerte.
Su Luna estaba a su lado, con una cara acogedora y amigable rodeada por una masa de rizos negros y desordenados que le daban un aspecto ligeramente salvaje mientras observaba el furor con cautela.
—Mil disculpas, había esperado resolver esto antes de que llegaras —Ann ofreció con una pequeña sonrisa.
Félix soltó una carcajada y movió su mano despectivamente.
—Gobiernas tu reino como lo consideras apropiado, mi Reina. La justicia no puede esperar por un crimen tan atroz en mi opinión. Has actuado como corresponde a la línea real, no hay necesidad de disculpas —dijo antes de cruzar su brazo sobre su pecho y hacer una reverencia respetuosa, su esposa y los hombres detrás de él siguieron su ejemplo.