Bartolomeo se recostó en su silla y entrelazó los dedos frente a sí mientras sus ojos adquirían una mirada distante.
Había conocido a Greyson desde que era un niño pequeño, y verlo convertirse en el hombre que era hoy lo llenaba de orgullo.
Pensar que iba a ser arrojado en medio de la Familia Real y las tribulaciones que estaban enfrentando le dolía un poco el corazón, pero no había hombre más capaz y más leal que Greyson en su opinión.
—El Comandante Greyson es un buen hombre, mi Reina. No tiene nada de qué preocuparse por él —Bartolomeo respondió finalmente con una sonrisa.
—Entiendo, sin embargo, no tengo el lujo de conocerlo como tú, Bartolomeo, así que si te importaría elaborar, te estaría muy agradecida. He conocido a Lexi desde que éramos niños y si algo, me tranquilizaría saber que quienquiera que ella elija, ella será bien cuidada.
—Estoy diciéndote, Ann, que ella no elegirá entre ellos. Mi apuesta es que ella tomará a ambos.
—No lo sabes Maeve...