Narcisa se posó en el borde de la mesa mientras observaba silenciosamente a Ann. El incómodo silencio se extendió hasta que el sonido amortiguado de voces resonó débilmente desde fuera del corredor y se deslizó en la habitación.
—¡Ah! ¡Parece que nuestro primer invitado ya está aquí! —exclamó Narcisa emocionada mientras se deslizaba de la mesa y estiraba perezosamente los brazos frente a ella.
—Ahora, ni una palabra pequeña princesa, no quiero que arruines la sorpresa —se rió mientras pasaba los dedos por sus labios.
Ann intentó abrir la boca para responder pero de repente descubrió que era incapaz de moverse, no solo eso, un doloroso fuego parecía recorrer sus venas. Quería gritar y sus músculos luchaban por retorcerse contra el dolor, pero eran incapaces.
Narcisa sonrió con suficiencia mientras avanzaba hacia Ann, deslizando su dedo por sus mejillas mientras la miraba fijamente a los ojos.