Lexi había llegado una buena hora después de haber recibido el mensaje de texto de Ann asegurándole que estaba bien. Metió la mano en su bolso y revisó su teléfono en busca de más mensajes de ella, pero el centro de mensajes estaba vacío.
Se mordió el labio y frunció el ceño mientras miraba la pantalla en blanco, con el estómago haciéndose nudos sin ninguna buena razón.
—Te lo juro por mi padre, Ann, si te has metido en algún tipo de problema solo porque eres demasiado ingenua para tu propio bien... —murmuró enojada para sí misma mientras abría la puerta de su coche y se dirigía a la cafetería.
Después de coquetear un poco con el nuevo barista y recoger su café, se movió hacia su mesa de siempre y se sentó mirando por la ventana con expectación, esperando impacientemente la llegada de Ann.
Pasaron cinco minutos, y luego diez...