*Michael*
Las palabras brotaron desde mi pecho, y las sentía con cada fibra de mi ser.
—Te necesito jodidamente, Shelby. Ahora mismo.
Sus oscuras pestañas revolotearon y sus pupilas se dilataron mientras me miraba, un rubor caliente se extendió por sus mejillas. Tomé su delicada mano en la mía, guiándola por las crujientes escaleras hacia el acogedor dormitorio bajo cubierta.
El estruendo de las olas contra el casco del catamarán llenó el silencio mientras bajábamos, los estrechos escalones quejándose bajo nuestro peso. La puerta de la cabina se abrió revelando un ápice de espacio cálido y acogedor. El dormitorio bajo cubierta no era vasto, pero cada pulgada de él susurraba cuentos de intimidad y aislamiento.