—Vaya, hola. Qué casualidad encontrarte aquí —dijo con tono burlón, dándome una vez sobreexagerada.
—Podría decir lo mismo de ti —repliqué, tratando de parecer más confiada de lo que me sentía. Esperaba que el tono de desafío en mi voz enmascarara cómo mi pulso había aumentado.
Lucas dio un paso deliberado hacia más cerca, las llamas danzantes lanzando sombras intermitentes por los duros planos de su rostro. Estaba lo suficientemente cerca ahora que podía detectar el cálido aroma amaderado de su colonia mezclándose con las notas ahumadas de la hoguera. Mi boca se secó mientras me envolvía en su espacio personal, lo suficientemente cerca para contar las motas doradas en sus iris.
—Me alegra que vinieras —murmuró, con voz baja y ronca que envió un escalofrío desparramándose por mi columna vertebral—. Esperaba encontrarte.