—¿Dónde estamos? —pregunté a Michael, quien acababa de regresar a nuestra habitación con una bandeja llena de desayuno.
—Estamos en los Cayos de Florida en una pequeña isla con un increíble resort privado —dijo él con una sonrisa.
Corrí hacia la cubierta para obtener una mejor vista del paisaje. Las blancas y arenosas playas se extendían por millas y estaban salpicadas de bungalows privados con techos de paja. Parecía un pequeño paraíso isleño.
—Reservé un bungalow privado para cada uno, y el resort es todo incluido. Hay un spa, una discoteca, y tantos restaurantes diferentes. Pensé que sería una manera genial de pasar unos días antes de navegar hacia mi casa de playa en las Bahamas. De esta manera, podemos crear algunos recuerdos nuevos además de revivir algunos viejos —dijo Michael, colocando la bandeja del desayuno entre las dos sillas de la cubierta.
Corrí hacia él y lo abracé por su cintura bien formada. Él rió y me rodeó con sus brazos.