—¿Estás lista para irte? —preguntó Michael, asomando la cabeza en la habitación.
—No sé si estaré lista alguna vez para irme —dije con una risa.
—Sé lo que dices; tal vez podríamos planificar otro viaje juntos. Tan pronto como termines el verano, podríamos mirar un mapa, lanzar un dardo tal vez, y ya —dijo él, acariciando mi brazo.
—Me gusta esa idea —dije, alzándome de puntillas para besarlo.
Él cogió mi maleta de la cama y caminó hacia la puerta.
—Voy a bajar tus cosas al coche. ¿Por qué no echas un último vistazo para asegurarte de que no olvidamos nada? —sugirió.
Sabía que no habíamos olvidado nada, y Michael también lo sabía, pero me estaba dando unos minutos extras para disfrutar de la vista. Salí al balcón y repasé en mi mente los eventos de los últimos diez días.
Estaba decidida a no olvidar ni un solo recuerdo. Cuando llegara a casa, tendría que escribir todo lo que pudiera recordar.