Lucille deslizó su tarjeta y entró en la habitación. Lo primero que hizo fue cerrar la puerta con llave.
—¿Quién habría pensado que se encontraría con Joseph mientras trataba de evitar a Samuel? —se preguntó.
Se frotó las sienes. Sintiendo que le venía un dolor de cabeza, entró al baño para quitarse el maquillaje, ducharse y cambiarse de ropa.
La niebla en el baño era densa.
Una capa de vapor de agua cubría el espejo en el baño. Lucille se quitó su peluca y se enjuagó la cara. Sus delicadas facciones se reflejaban en el espejo. Su piel era blanca como la nieve, y su piel era suave como la crema.
Lucille se puso su ropa y salió. Antes de quedarse dormida, recibió una notificación de que la comisión de 100 millones había sido transferida a su cuenta.
—Finalmente tengo algo de dinero —murmuró con una sonrisa.
La subasta en Casa del Monte Océano se llevaría a cabo ese fin de semana.