Hilda derramó lágrimas de gratitud.
—Gracias, señor Bambo. ¡Gracias!
Luego, escucharon una voz dulce y agradable desde un costado.
—Señora Sanders, no se preocupe. Con su ayuda, Evelyn estará sana y salva. ¡Dios es misericordioso!
La voz resultó ser de Zoey.
Lucille frunció el ceño.
No perdió más tiempo y se dirigió hacia el dormitorio.
El Maestro Walton la siguió de cerca.
Cuando Hilda vio a Lucille por primera vez, se quedó sorprendida por un momento. Luego, miró al Maestro Walton detrás de ella y preguntó:
—¿Quién es este?
El Maestro Walton respondió:
—Esta es mi estudiante. La he traído aquí para que eche un vistazo conmigo.
—Así que has aceptado a Lucille como tu discípula, Maestro Walton —intervino Zoey desde el lado de Bambo.
Ella miró a Lucille con el mentón ligeramente levantado, y su expresión estaba llena de orgullo.