—Con una pared separándolos, Joseph apagó la luz y miró en silencio al techo.
En la oscuridad, sus ojos seguían siendo agudos y brillantes, con un atisbo de frialdad.
Pensó en cómo cuando Lucille lo atendió durante el día, había expuesto las cicatrices de su cuerpo frente a ella. En ese momento, le preguntó si tenía miedo o no. La chica le respondió con un tono firme y natural que no había nada que temer.
Sin embargo, si ella supiera de dónde venían esas cicatrices, probablemente lo consideraría como el jefe de todo mal, igual que todos los demás.
Joseph cerró los ojos.
Cuando recordaba esas sangrientas batallas, de repente sentía como si estuviera en un sueño. Todo había sucedido hace muchos años, pero lo único que nunca había desaparecido era el agujero negro detrás de él.
La gravedad de este lo arrastraba poco a poco.
Algún día, sería arrastrado y entonces perdería su vida en él...
Joseph se giró de lado.