Lucille los siguió.
Los tres pisaron las malas hierbas no cortadas y se adentraron hasta el fondo de la montaña.
Jenny miraba su teléfono mientras caminaba.
Los matones contratados por su familia le habían enviado instrucciones. Para asegurarse de que todo saliera según lo planeado, Jenny les envió un mensaje y preguntó:
—La estoy llevando allí. Ya viene. ¿Están seguros de que pueden hacerlo? ¿Está todo listo?
Su teléfono vibró con dos notificaciones. El sicario respondió rápida y tranquilamente:
—No te preocupes, señorita. Todos somos profesionales. Si quieres que le rompamos la pierna, lo haremos. Además, la trampa ya está preparada. Cuando veas una cuerda roja atada a uno de los árboles grandes, puedes irte.
¿Una cuerda roja?
Jenny miró a su alrededor y vio una cuerda roja en un árbol grande cercano.
¡Ese era el lugar!
Jenny estaba eufórica. Se agarró el estómago y empezó a actuar: