—Por sus movimientos, intentaba presionar la cabeza de Lucille hacia abajo y forzarla a pedirle disculpas a Zoey.
—Qué bastardo.
—¿Quién se creía que era?
—Lucille no se movió. Su mirada estaba cubierta por una capa de escarcha.
—Estaba dispuesta a apostar que en el momento en que Samuel la tocara, no dudaría en patearlo en la entrepierna. Lo bendeciría asegurándose de que nunca pudiera tener hijos.
—Sin embargo, justo cuando la mano de Samuel estaba a punto de entrar en contacto con el hombro de Lucille, una piedra voló de la nada y golpeó el dorso de la mano de Samuel.
—La fuerza contenida en la piedra era extraña. Golpeó sus tendones con precisión.
—Samuel fue tomado por sorpresa y retrocedió instintivamente, pero ya era demasiado tarde. El dorso de su mano se adormeció.
—¿Quién? ¿Quién es? —Samuel estaba tan adolorido que su rostro se puso pálido. Miró alrededor buscando a la persona que había lanzado la piedra.
—Sintiendo algo, Lucille también se giró y miró.