Antes de que Lucille pudiera decir nada, el pequeño gato en brazos de Joseph maulló. Sus ojos color ámbar eran preciosos, y su pequeña cabeza se movía. Parecía obediente e inteligente.
Tan pronto como Joseph extendió la mano, el pequeño gato frotó su cabeza contra su mano.
Era algo cautivador de ver.
Lucille bajó la mirada y expresó la pregunta que tenía en mente.
—Joseph, ¿por qué me diste la jarra de jade? —dijo ella.
—Es exquisita y pequeña. Pensé que te gustaría —respondió él—. Pensé que te gustaría, así que se la regaló sin ningún otro motivo.
—Entonces... —La mano de Lucille se apretó silenciosamente. Levantó la cabeza y preguntó de nuevo—. ¿Qué hay del CD?
Había gastado mil millones de dólares para comprar el CD. Se negaba a creer que fuera solo una coincidencia.
—¿Eh? ¿No eres fan de Annabelle? De lo contrario, ¿por qué golpearías a Wayne por insultarla? —preguntó Joseph alzando las cejas.