A pesar de que creía que Hayden se iría al día siguiente, Hayden pasó los siguientes días viviendo conmigo en mi casa. Me gustaba tenerlo cerca y me estaba acostumbrando a pasar mis días con él; sin embargo, después de un par de días me di cuenta de que esto no era normal. Se apegaba a mí como un chicle y me seguía a dondequiera que iba. No quería decírselo, pero estaba entorpeciendo mi vida cotidiana.
—Hayden... ¿cuándo piensas volver a tu casa? —le pregunté una tarde mientras cenábamos juntos en mi pequeño apartamento.
—¿No te gusta tenerme cerca? —preguntó él, dejando el tenedor que sostenía.
Suspiré, sabiendo que diría algo así.
—No es eso. Es solo que... has estado conmigo todo el tiempo y... supongo que afecta mi trabajo... —le dije con vacilación.
Hayden guardó silencio durante un rato procesando mis palabras. Aproveché ese tiempo para rezar en silencio esperando que no explotara. El problema era que había recibido una llamada del trabajo más temprano sobre este asunto.