—Becca —dijo James en un tono de advertencia—, realmente no tenemos tiempo para esto.
—Vamos a hacer tiempo —respondí, cruzándome de brazos sobre el pecho—. No puedo creer que solo aparezcas aquí, pensando que me iría contigo de buena gana como una bimbo sin cerebro.
—No pienso que seas una bimbo sin cerebro. Pero creo que estás luchando contra mí de manera bastante estúpida en este momento cuando deberías estar sacando a ti y a los niños del peligro. ¿Quieres gritarme? ¿Pegarme? ¿Acusarme de Dios sabe qué? Bien, Becca, pero hazlo en el avión —respondió James.
—No pienses que no hay un buen derechazo esperándote en el avión —murmuré, recogiendo dos maletas y pasando por su lado para llegar a la puerta.
—No esperaría menos —respondió James. Pero podía escuchar la sonrisa en su tono.
—Oh, siéntate en eso y gira, James Valentino —murmuré, siguiendo a los hombres de James. Reconocí a los hombres de Neal y les saludé con la mano al pasar. Ellos estaban ayudando a cargar el bote.