—¿Tienes hambre? —Su voz profunda y sensual me envolvía, tirando suavemente de mi corazón. Siempre me había importado, siempre había tenido un lugar especial para él en mi corazón, pero después de estos últimos días... Me preguntaba si había la posibilidad de que mis sentimientos pudieran terminar siendo algo más.
—Tengo un poco de hambre, pero no estoy segura de qué quiero. Tendría sentido que compráramos alimentos, pero eso significa dejar la cama de nuevo.
Alzando la vista hacia él, me encontré con su mirada, y ambos estallamos en risas. Neal admitió dos días antes que no era el tipo de persona que solía ir a hacer la compra. En su lugar, simplemente agarraba algo de camino a casa o no comía en absoluto.
Tal era la vida de un soltero.
—¿Entonces no quieres hacer pizzas caseras?