Hace algunas semanas, vine a Miami con toda la intención de pasarlo en grande. A los pocos días de llegar, descubrí cuán cierta iba a ser esa afirmación.
James Valentino volvió a entrar en mi vida como un huracán y lo cambió todo.
La manera erótica en que me tocaba hizo que mi cuerpo cobrara vida, y cada momento que pasamos juntos fue embriagador; sin embargo, fue efímero y agridulce.
El taxi se alejó de la casa, y al hacerlo, ni siquiera me molesté en mirar atrás. No tenía idea de a dónde iba, pero con mi teléfono en la mano, sabía de alguien que podría ayudarme.
—¿Hola? —dijo la dulce voz familiar al otro lado de la línea mientras las lágrimas finalmente resbalaban por mis mejillas.
—Allegra... soy Becca. ¿Puedo quedarme contigo unos días?
—Claro, cariño. Te envío la dirección —respondió antes de colgar el teléfono.