El fin de semana en los Cayos resultó ser más placentero de lo que esperaba. James era un hombre de palabra y alejó mi mente de las cosas que me habían estado preocupando, y mientras lo hacía, pude encontrar un alivio dichoso de la presencia de Chad y Tally.
Mi mente giraba con las cosas que él me había hecho y la manera en que me hacía sentir.
El hombre realmente era una obra de arte, y dudaba que cualquiera pudiera igualar su habilidad.
—Becca... ¿me estás escuchando? —La voz de Tally me sacó de los pensamientos lascivos que plagaban mi mente.
—¿Mm? Ah, sí. Lo siento, todavía estoy super cansada del viaje.
Mirándome, ella se detuvo por un momento. —Me cuesta creerlo considerando que te quedaste encerrada en tu habitación todo el tiempo. Sin embargo, me alegra que hayas superado ese malestar estomacal.
Ahí estaba... la mentira.