—James —susurré suavemente mientras empujaba la puerta de su oficina y entraba.
Sus ojos se levantaron para encontrarse con los míos, y una sonrisa se dibujó en su rostro. Recién salido de la ducha, pequeñas gotas de agua caían sobre su piel, y me di cuenta de que no llevaba mucho tiempo allí. —¿Qué haces despierta?
—No pude dormir —respondí—. Escuché cómo actuó ella ayer y ha estado en mi cabeza.
Su sonrisa se desvaneció un poco y, lentamente, asintió con la cabeza. —Sí, parece que tuvimos público el fin de semana.
—Mhm. ¿Qué vamos a hacer al respecto? —pregunté, esperando que él tuviera una idea, pero en lugar de responder, me hizo señas con dos dedos para que me acercara a él.
Y lo hice... como la sumisa que me estaba haciendo.
—No haremos nada —dijo con una sonrisa pícara mientras me jalaba sobre su regazo y me besaba suavemente.
Al interrumpir el beso, mi sonrisa se ensanchó mientras mis dedos acariciaban su cabello. —Ella no lo dejará pasar.