La noche cayó sobre la manada y con ella llegaron las luces iluminadas de su gente que se dirigía hacia la línea de árboles por la que había pasado una vez con Silas y Finn. Cuando imaginé cómo sería cuando me fuera, no esperaba que toda la manada viniera a despedirse de mí. Los ojos de tantos de mi gente eran un espectáculo para contemplar.
Después de tanto tiempo, todavía les importaba quién era yo, aunque ya no fuera un lobo.
—No puedo creer que todos vinieran hoy.
—¿Realmente te sorprende tanto que quieran venir a ver partir a la Princesa? —preguntó Finn con sorpresa, impregnando su tono—. Algo que sabía que probablemente no entendería, considerando que la realeza era una avenida de normalidad específica en el reino de los Fae de donde él venía.