La oscuridad abrumadora no era algo nuevo para mí, y no importaba lo que intentara hacer con mi vida, estaba plagada de visiones que se filtraban por mi mente, recordándome todo lo que no quería ser. No se suponía que fuera reina, princesa, ni siquiera una heredera ascendente. Simplemente se suponía que fuera yo, y mientras las sombras del peligro se filtraban por mi mente, avancé buscando un camino hacia la luz.
No era un monstruo como todos sugerían, y cada paso que daba adelante a través de la oscuridad me lo repetía a mí misma. Las palabras susurradas en mis labios una y otra vez eran un recordatorio de la verdad. Que yo no era la persona que buscaban temer.
—¿Qué estás haciendo, niña? —la voz oscura y sensual de una belleza femenina se arremolinaba a mi alrededor en la oscuridad, haciéndome detener en el miedo, sin saber si finalmente había perdido la razón.