Cassie.
Perfección. Es una palabra que se utiliza mucho, pero al final del día, no creo que nadie sepa lo que realmente significa esa maldita palabra. En cambio, lanzan sus propias ideas personales de lo que creen que significa y tratan de reclamarla como la única verdad.
Malditos fascistas.
—¿Cassie? —el tono lento y vacilante de Ansley me sorprendió, y mientras levantaba la vista de donde estaba abrochándome la correa del zapato, levanté una ceja en señal de pregunta antes de enderezarme, asegurándome de parecer la perfección fascista.
—Buenos días, Ansley. Desayunaré en el salón hoy. Tengo asuntos que atender.
Era inusual para mí hacer algo así, y el hecho de que estuviera despierta temprano hizo que sus labios se separaran, y sus ojos se agrandaran mientras asentía con la cabeza. —Oh–está bien. Um, se lo diré–
—No. No les digas nada.