—Un año desde la caída —James.
—Un año. Había pasado un año desde la caída de la guerra, y Ivy todavía no estaba con nosotros. Mi corazón anhelaba verla de nuevo, y cada día que pasaba por donde ella dormía en la cama, contemplaba si alguna vez la recuperaríamos, si los dioses alguna vez la liberarían de la prisión en la que estaba.
—Así es. Los culpaba.
—Ellos le permitieron hacer esto, y podrían haberla ayudado a salir de esto, sin importar lo que dijera nadie. Su mente necesitaba descanso, sí, pero un puto año.
—Algo estaba mal, y ella necesitaba ayuda.
—Lo que más me mataba era que no podía ayudarla.
—De pie en la cocina, agarré el resto de las toallas de la cesta que había lavado y lentamente las doblé. Era hora del baño de los gemelos, y aunque Hale acababa de bajar y dijo que estaban perfectamente contentos en la cuna, mirando a Ivy, no podía evitar sentirme ligeramente celoso de que parecían saber algo que nosotros no.