—Dicen que cuando estás con alguien el tiempo suficiente, casi puedes sentir sus intenciones antes de que siquiera se muevan. Con los chicos y yo, era justo así. Subiendo las escaleras lentamente, sabía, sin lugar a dudas, que Talon me seguía de cerca.
Lo había sentido, el tirón burlón que le había enviado, y tan pronto como llegué a los últimos escalones del segundo piso, me agarró, me giró y me empujó contra el marco de la puerta.
—¿Qué estás haciendo, lobezno? —susurró con voz ronca en mi oído, mis labios se entreabrieron mientras mi lengua rozaba mi labio inferior justo a tiempo para morderlo con una sonrisa burlona.
—¿Lobezno? Creo que sabes que soy mucho más que solo una loba.
Mi respuesta provocativa era justo lo que él quería antes de arrastrarme a su dormitorio y lanzarme sobre la cama. —Podía sentirte atrayéndome. Llamándome hacia ti. ¿Es eso lo que quieres, Ivy? ¿Quieres mi duro y palpitante pene metido en tu bonita pequeña garganta?