—Dicen que cuando mueres, no hay segundas oportunidades. Que no importa lo que la vida te haya lanzado, el final es el final. Que el destino debía estar predeterminado, y no importa cuánto esfuerzo haga la gente, no importará si los dioses decidieron por ti.
—Sin embargo, me negué a creer eso.
—De ninguna manera iba a permitir que alguien determinara quién iba a ser, incluso si era algo que nadie había visto antes.
—El consejo de ancianos se sentó frente a mí con confusión en su rostro, y miedo en sus ojos. Me temían, como la mayoría de los presentes en la sala.
—Todos los que estén a favor de dejar ir a Luna y a sus compañeros, levanten la mano —fue una votación unánime entre la gente aterrada frente a mí que hizo que mi corazón se hinchara. Estaban más que felices de dejarnos ir, pero al echar un vistazo a Damian, no podía ignorar la mirada preocupada en sus ojos.