La muerte nunca me había parecido tan dulce como ahora mismo.
Las opciones eran claras y, al final, una opción suponía la muerte mientras que la otra era solo potencial. Nunca en mi vida me había sentido tan impotente como en ese momento.
Sin embargo, algo en mi interior me decía que no debía tener miedo. Me decía que fuera fuerte.
Pero, ¿cómo podía serlo si había una posibilidad de que estuviera firmando una sentencia de muerte para alguien?
—¿Los demás lo saben? —pregunté, mirando fijamente la pared frente a mí, intentando juzgar en qué estaban pensando todos.
Hale guardó silencio por un momento, pero sabía que era solo porque no quería admitirme la verdad. —Sí, lo saben.
—¿Cuál fue su veredicto? —le pregunté, pero en el fondo, ya sabía lo que iban a decir. Dirían que no porque no querían que yo muriera.
—Ivy... —Talon suspiró, captando mi atención—. No valgo tanto.